Historia, leyendas y curiosidades de nuestra ciudad.

Historia, leyendas y curiosidades de nuestra ciudad y sus alrededores

martes, 12 de abril de 2011

Palacio de la Condesa de Lebrija, -I.

Antes que nada, y para que nadie se llame a engaño, comentar que todo lo que opiné sobre la Casa de Pilatos al final de la entrada correspondiente, es aplicable sobre este Palacio: tiene los mismos precios, las limitaciones son idénticas (no fotos en planta alta) y encima, la finca es apreciablemente más pequeña. En su descargo, el personal es más amable y la puntualidad, impecable.
Portada del palacio, en la calle Cuna.
El Palacio de Lebrija data del siglo XVI, siendo ampliado en los siglos XVIII y XX. Inicialmente perteneció a la familia Paiba, pasando posteriormente a los condes de Miraflores, pero cuando realmente comienza a cobrar vida es en 1.901, año en que doña Regla Manjón Mergelina, condesa de Lebrija, compra y restaura durante trece años los dos mil metros cuadrados de que consta la casa familiar. 
Balcón de la portada.
Concebido como típico palacio sevillano, la casa se distribuye en dos plantas, alta y baja. En la primera se vive durante el invierno, mientras que la planta baja es el hogar de la familia en el caluroso verano.
Portada. Detalle.
La planta baja fue adornada con numerosos tesoros artísticos, adquiridos unos y encontrados otros en terrenos de su propiedad. 

También dotó sus habitaciones de elementos procedentes de diferentes periodos artísticos: zócalos de azulejos sevillanos procedentes de un convento en ruinas, artesonado de un palacio de Marchena, etc. En cualquier caso, si en algo destaca el Palacio de la Condesa de Lebrija es en la colección de mosaicos romanos que alberga, tanto por tamaño (el mosaico del dios Pan, en el Patio Principal, es enorme), como por número, variedad y buena conservación.
Doña Regla Manjón, Condesa de Lebrija. Sorolla, 1.914.
Doña Regla Manjón fue una ilustre dama, culta y apasionada por la arqueología. Primera mujer nombrada académica de Bellas Artes de Santa Isabel de Hungría, dos años más tarde fue elegida "miembra" de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando de Madrid y, desde 1.922, formó parte de la Comisión de Monumentos Históricos y Artísticos de la Provincia de Sevilla.
Zaguán de entrada.
El edificio se sitúa en el número 8 de la calle Cuna, posiblemente en el lugar más estrecho de la ya de por sí estrecha vía; afortunadamente, enfrente se encuentra la calle Goyeneta, que nos permitirá ampliar la visión de la fachada, típica del Renacimiento tardío sevillano.
El zaguán tiene una espléndida solería de mosaico tipo opus sectile (de piezas grandes), encontrado en el año 1.902 en el corral de la casa número 23 de la calle de la Alegría, en Santiponce, a una profundidad de cinco metros.
Vista del zaguán desde el interior.
Techo de casetones del zaguán.
Los azulejos del zaguán provienen de una finca de los abuelos de doña Regla; son del siglo XVIII y representan las cuatro estaciones del año, los continentes y las Artes (poesía, música, escultura y pintura) y dos Virtudes (la Fe y la Paz).
Verja y azulejos del zaguán.
También podemos contemplar una Virgen de la Antigua, un Santo Tomás del siglo XVIII y el escudo de armas de la familia.
Virgen de la Antigua.
Escudo de armas de la familia.
Al igual que el zaguán, la solería de las galerías del Patio Principal es de tipo opus sectile, del siglo III d.C. Las de las galerías de Levante y Poniente del Patio Central (formados de preciosos y raros mármoles, serpentinas y pórfido) proceden de los restos encontrados en un corral de Santiponce en el año 1.904. Las otras dos galerías, que ocupan los corredores del Norte y Sur, fueron descubiertas en diferentes partes de los olivares que circundan Santiponce.
Vista general del Patio Principal.
Solería opus sectile de las galerías del Patio Principal.

Diferentes vistas del patio principal.
La atracción principal de este patio y, por ende, de todo el palacio, es el inmenso mosaico dedicado al dios Pan cortejando a Galatea. Hagamos aquí un pequeño aparte y veamos la situación política y cultural de la Sevilla de la época: el comienzo del siglo XX viene acompañado de la fiebre del coleccionismo; toda persona bien situada debe tener una  surtida colección de algo, lo que sea, siempre que sea antiguo. Teniendo tan a mano las ruinas de Itálica, no fue extraño que muchos de estos coleccionistas ofrecieran buenos dineros por objetos obtenidos en la zona. Los humildes labriegos de Santiponce, comprobando que cavando apenas unos metros en sus patios o sus olivares obtenían beneficios impensables, se dedicaron en cuerpo y alma a tal ocupación. De esta manera, el comienzo del siglo XX marca el descubrimiento de innumerables piezas de gran valor arqueológico en la zona.
Mosaico del dios Pan.
El mismo mosaico, visto desde la planta alta.
Era tan grande el expolio que el Gobierno dictó en 1.911 la primera Ley de Protección del Patrimonio Histórico, con el vano intento de proteger los yacimientos. Sin embargo, era difícil hacer comprender a un jornalero de la época que la estatuilla o el mosaico que había encontrado en el corral de su casa no era de su propiedad, sino del Estado. Por lo tanto, los expolios continuaron.
En estas fotografías vemos las cuatro galerías del Patio Principal.
Rodeando el patio encontramos una colección de tinajas de diferentes épocas, de las cuales hay cinco árabes, algunas con dibujos de caballitos y perros, característicos del estilo persa, que se pueden atribuir a la época en que aún se usaban estas figuras por los hijos de Mahoma. Se alternan con numerosos brocales de pozo, árabes algunos de ellos y otros de época primitiva y desconocida. También musulmán es el contenido de varios armarios expositores que se muestran en las galerías del patio.
Brocales de pozo, alrededor del Patio  Principal.
Más piezas expuestas en el Patio Principal.
Cerámica precolombina. Méjico y Perú. Siglos XII-XV d.C.
Placa de mármol con un león atacando a una gacela. Año 987.
Múltiples muestras de alfarería musulmana. Siglos X-XIII d.C.
En 1.914, un vecino de Santiponce encontró en terrenos de su propiedad, en la zona conocida como olivar de los palacios, tres mosaicos en magnífico estado de conservación. Como era costumbre, la primera persona a la que fue ofrecida el descubrimiento fue a la condesa de Lebrija, la cual, en vez de comprar los hallazgos, adquirió directamente la finca con lo que contenía, imaginando que habría más tesoros enterrados. Sin embargo, el Estado se enteró de la maniobra y entabló pleito con la condesa. En un primer fallo, se decidió que los tres mosaicos quedaran en poder de la condesa de por vida en calidad de usufructo, sin poder ser enajenados ni cedidos, y siempre con la condición de que no se pudieran mover del lugar en que fueron encontrados.
Patio Principal, visto de la Planta Alta.
Esta decisión no satisfizo a la Condesa, ya que su intención era trasladarlos a su palacio de la calle Cuna, donde ya había guardado numerosas piezas. Apeló el fallo y, como era mujer de influencias (su difunto marido, don Federico Sánchez Bedoya llegó a ser vicepresidente del Gobierno), consiguió quedarse sin restricciones el más grande (el mosaico del dios Pan), a cambio de ceder los otros dos al Estado. 

Hay que decir en descargo de doña Regla que no era una expoliadora al uso, cuyo fin fuera la mera exposición de obras en su casa por pura vanidad ni, mucho menos, hacer negocio con los hallazgos. Es más, su dedicación a la arqueología llegó a tal punto que, aprovechando que estaba restaurando la casa-palacio, modificó muros y tabiques con el fin de adaptarlos a los objetos que iban a contener (algo particularmente visible en la Sala Ochavada), pintando las paredes a la manera romana (en colores ocre y carmesí, con cenefas decorativas) y, en general, adaptando el palacio al contenido y no al revés, que era lo habitual.

El conjunto del mosaico del dios Pan, de 6,85 metros x 6,82 metros, se trasladó tesela a tesela, desde Santiponce a la calle Cuna, instalándose en el Patio Principal. La figura central representa al dios Pan tocando la flauta para Galatea, con cuatro medallones en las esquinas con figuras femeninas (primavera, verano, otoño e invierno). Los otros medallones intermedios representan escenas mitológicas de gran interés: Leda con el cisne, Europa con el toro, Ganímedes dando de beber al águila, Danae y la lluvia de oro.
Algunos detalles del mosaico del dios Pan.
Entrando en la galería del Patio Principal desde el zaguán y pasando la primera puerta a nuestra derecha, encontramos el Salón Bajo, que nos muestra los objetos que a continuación detallo en fotos:
Entrada al Salón Bajo, desde el interior.
Vista general del Salón Bajo.
Cerámica musulmana. Siglos X-XIII d.C.
Busto y ánfora romanos.
Torso de figura femenina con túnica ajustada por debajo del pecho por un ancho cinturón atado delante. Por encima de la túnica, un gran manto colocado sobre el hombro izquierdo. Conserva el arranque del brazo derecho y la manga de la túnica sujeta con botones. Altura: 0,57 mts. Es copia romana de un original del siglo IV.
Detalles de la sala.
Cerámica romana, visigoda y moderna.
Objetos de bronce romanos. Siglo I d.C.
Mueble-vitrina en el que se exhiben los objetos de bronce.
El Salón Bajo visto desde la pared opuesta a la puerta.
Comunicación entre el Salón Bajo y la Sala Medusa. 

Al fondo del Salón Bajo, una pequeña habitación nos comunica con la Sala Medusa, así llamada por el espléndido y muy completo mosaico que decora su suelo. Fue descubierto en el olivar de Los Palacios antes mencionado, en el año 1.907. Las paredes de la sala están decoradas con mosaicos de menor tamaño, enmarcados con yeserías a modo de cuadros.
Puerta de entrada a la Sala Medusa.

Mosaico de la Medusa.
Motivo central del mosaico de Medusa.
Diferentes mosaicos enmarcados en yeso adornan las paredes de la sala.
Puerta de comunicación entre la Sala Medusa y la Sala de Dionisos.
De la Sala Medusa pasamos a la Sala de Dionisos, antiguamente un patio, que en la actualidad está cerrado mediante un techo de vidrio. Su suelo está pavimentado con mosaicos procedentes de un patio de corral de la calle Trajano (Sevilla), que dibujan motivos geométricos. Las paredes, hasta media altura, están ocupadas por vitrinas que contienen innumerables objetos de todo tipo (una lástima no poder acercarnos más a ellas), en tanto que la mitad más cercana al techo de las paredes se adornan con nuevos mosaicos enmarcados en yeso, unos con formas cuadradas y otros estrellados.

En el lado derecho de la puerta de entrada, un busto que se cree representa a Dionisos da nombre a esta magnífica Sala.
Busto de Dionisos, que da nombre a la Sala, 
colocado sobre un brocal de pozo a modo de pedestal.
Mosaico de la Sala de Dionisos.
Terminamos aquí la primera parte de la visita.