Historia, leyendas y curiosidades de nuestra ciudad.

Historia, leyendas y curiosidades de nuestra ciudad y sus alrededores

lunes, 14 de mayo de 2012

Iglesia de san Lorenzo, -III y final.

Ya nos encontramos ante el amplio presbiterio, en el que destaca el Retablo Mayor. Está formado por banco, altar, dos cuerpos, tres calles y ático. Fue encargado en principio a Juan Martínez Montañés (1.632), que hizo la carpintería del mismo, con la novedad de situar sagrario y manifestador, obra de 1.616 de López Bueno, en el lugar de la hornacina principal. Sin embargo,  debido a su avanzada edad, traspasó la labor escultórica a los hermanos Felipe y Francisco Dionisio de Ribas en el año 1.645.
Presbiterio de la iglesia de san Lorenzo.
Retablo Mayor.
Los relieves del primer cuerpo representan a San Lorenzo recibiendo los tesoros de la Iglesia de manos del Papa Sixto II y San Lorenzo dando limosnas a los pobres, con el conjunto sagrario-manifestador entre ambos. En el segundo cuerpo aparecen La Flagelación del Santo y El martirio de san Lorenzo a ambos lados de la imagen del titular. Sobre el ático imagen de Crucificado. Todos los relieves y tallas del Retablo Mayor son de los hermanos de Ribas.
Primer cuerpo del Retablo Mayor.
Primer y segundo cuerpo del retablo.
Segundo cuerpo y ático.
Bóveda del presbiterio.
Remata el presbiterio una bóveda de media naranja sin linterna, iluminada por dos ventanas laterales, una en cada muro. En los muros laterales del presbiterio vemos una pintura realizada por Juan de Uceda, Cristo servido por los ángeles después de sufrir las tres tentaciones del diablo en el desierto (muro derecho), y el lienzo Triunfo de la Eucaristía, de Francisco Pimentel (izquierdo). Las cuatro pinturas murales de los Evangelistas, ya muy deterioradas, se deben a los pintores Domingo Martínez y Gregorio Espinal, en el siglo XVIII. 
Muro izquierdo del presbiterio.
Muro derecho del presbiterio.
Uno de los dos púlpitos gemelos del presbiterio.
Podemos aprovechar para girarnos y dirigir nuestra mirada hacia atrás, para observar el aspecto de la iglesia desde el presbiterio.
Coro y órgano, vistos desde el presbiterio.
Dejamos el presbiterio y nos dirigimos a la cabecera de la nave interior de la Epístola. Allí encontramos el retablo del Cristo del Amparo, de estilo barroco, tallado por Fernando Barahona (1.682). El Crucificado, también barroco, atribuido a Francisco Dionisio de Ribas (aunque no de forma unánime), es de la misma época que el Retablo Mayor. La leyenda popular afirma que este era el Crucificado destinado a coronar el Retablo Mayor, pero que, al tallarse en un tamaño demasiado pequeño, se hubo de realizar otro de mayores proporciones, destinando el primero a presidir este pequeño retablo. Francamente, considero extraño que con la experiencia que tenían los hermanos Ribas, imagineros ya consagrados en esta época, tuvieran un fallo tan garrafal. En el ático figura un medallón en relieve que nos muestra una escena de La oración en el huerto.
Retablo del Cristo del Amparo.
Cristo del Amparo, atribuido a Francisco Dionisio de Ribas.
Cristo del Amparo. Detalle.
En el muro situado al lado de este retablo, bajo una pintura moderna del cardenal Spínola, tan ligado a esta parroquia y un lienzo de gran formato que nos muestra a La Virgen de Belén, de Villegas Marmolejo, podemos ver a través de un arco ojival la capilla de la Inmaculada Milagrosa, también llamada del Cristo de las Fatigas, que tiene otra entrada por la cabecera de la nave exterior del Evangelio. La cubre una  bóveda octogonal de época mudéjar. Contiene esta capilla una interesante pintura mural que representa La Calle de la Amargura, del siglo XVI, atribuida en tiempo reciente a Luis de Vargasuna, en la actualidad en regular estado de conservación.
Beato Cardenal Spínola.
Virgen de Belén. Fernando Villegas Marmolejo.
Arco lateral de la capilla de la Milagrosa.
Virgen de la Milagrosa (derecha) y Nuestra Señora de Setefilla, Patrona de Lora del Río.
Virgen de Setefilla. Óleo sobre tabla del pintor, imaginero y restaurador sevillano Antonio Díaz Arnido, bendecido el pasado 14 de abril.
Capilla de la Inmaculada Milagrosa.
La capilla de la Milagrosa en el mes de noviembre, con la Virgen del Carmen expuesta al culto.
La Calle de la Amargura. Atribuido a Luis de Vargasuna, siglo XVI. La pintura es conocida popularmente como El Cristo de las Fatigas.
Arco ojival que comunica con la cabecera de la nave del Evangelio interior.
Bóveda octogonal de estilo mudéjar.
También vemos una pequeña imagen de la Inmaculada Milagrosa, junto a la que se ha situado muy recientemente una pintura sobre tabla, réplica de la Virgen de Setefilla, patrona de Lora del Río, realizada por el reputado artista Antonio Díaz Arnido.
Virgen de Setefilla e Inmaculada Milagrosa desde otro ángulo. Inmaculada Milagrosa.
Destaca en esta capilla sobre otras la magnifica azulejería de clavos del taller trianero de Valladares, fechada en 1.599 y clasificada por algunos especialistas como la mejor de España en su género. 

Me comentan que tras la puerta situada bajo la Virgen de Setefilla en la fotografía anterior, existe una pequeña capilla destinada a la reserva del Santísimo Sacramento. Esta capilla se quiere restaurar por completo, incluido el altar y su magnífico sagrario, así como vaciar la cripta que posee para convertirla en columbario parroquial y de los hermanos de la Bofetá y la Soledad de San Lorenzo. De momento ya se ha restaurado la puerta que da acceso a la misma.

La capilla de las Ánimas Benditas del Purgatorio está decorada con un frontal de azulejería trianera de finales del XVI. El retablo es del siglo XVII, y en su centro se halla una pintura con las Ánimas Benditas del Purgatorio, hecha en 1.587.
Capilla de las Ánimas.
Se trata de un espacio rectangular, con bóveda de cañón, que en un principio, debió ser de dimensiones superiores, quedando reducida solo a su cabecera original al incorporarse el resto de la misma a la quinta nave (Evangelio exterior), surgida tras la reforma barroca del edificio.
Ánimas Benditas del Purgatorio. Anónimo, 1.587.
La pintura que representa a las Ánimas es de grandes dimensiones y se realizó en 1.587, renovándose noventa años después, quizás cuando se realizó el retablo, aunque éste, de un solo cuerpo con columnas salomónicas y con profusa decoración, quizás apunte hacia un barroco más adelantado.

Muy interesante es el zócalo de azulejos, fechado en 1.609 y atribuibles al taller trianero de los Valladares.

Siguiendo por la nave del Evangelio exterior nos encontramos a continuación con la puerta de entrada desde la calle Hernán Cortés, habitualmente cerrada. A su izquierda, mirando de frente hay, sobre una repisa, una pequeña representación de La Virgen de la Leche, del siglo XVI. Al otro lado aparece una talla del Sagrado Corazón de Jesús.
Portada del Evangelio, vista desde dentro.
Virgen de la Leche. Siglo XVI.
Sagrado Corazón de Jesús.
La siguiente, última del muro del Evangelio, es la capilla de santa Ana, antigua Capilla Bautismal. Recibe el nombre por el grupo escultórico que se muestra en el muro frontal, sobre una repisa, que representa a Santa Ana enseñando a leer a la Virgen Niña, perteneciente a la escuela de José Montes de Oca (finales del XVII, principios del XVIII).
Capilla de santa Ana en noviembre, ya sin la Dolorosa de Madroñal.
Santa Ana enseñando a leer a la Virgen Niña. 
Escuela de José Montes de Oca, siglos XVII-XVIII.
Ante Madre e Hija está situada una imagen de tamaño natural de una Dolorosa. Según me comenta mi amigo Rafael Ríos, auténtica enciclopedia andante, esta talla, recién esculpida por el artista Salvador Madroñal, no está expuesta al culto, sino en exposición hasta que la Hermandad que la encargó la recoja. Añade el amigo Ríos que últimamente es costumbre exponer en la parroquia de san Lorenzo imágenes de diversos escultores, como el referido Salvador Madroñal, Jaime Babío, Jesús Méndez Lastrucci, etc., pues el párroco anterior, Juan Manuel García-Junco Caballero, y el actual, Francisco José de los Reyes Rodríguez López, piensan que los templos deben abrirse para acoger muestras de arte, aunque solo de arte sacro. Chapó por ellos.
Dolorosa. Salvador Madroñal.
Dolorosa. Salvador Madroñal. Detalle.
Dolorosa. Salvador Madroñal. Detalle.
En el muro de la izquierda de la capilla, colocada en el interior de una hornacina, podemos ver una Inmaculada (1.624), de Francisco Pacheco, acompañada de la Trinidad, tal y como aconsejaba el pintor en su tratado “El Arte de la Pintura”. Antiguamente estaba situada en una de las naves del presbiterio, siendo trasladada, sobre el año 2.000 a su actual emplazamiento. La imagen es difícil de captar fotográficamente por el escaso espacio que dejan entre sí las  barras de la reja. Ante esta Inmaculada se situaba hasta hace poco el grupo de Santa Ana con la Virgen.
Inmaculada. Francisco Pacheco, 1.624.
Ya nos encontramos a los pies del Evangelio exterior, ante la capilla de Nuestra Señora de la Soledad. La imagen de la Virgen, atribuida muy recientemente al genovés Jácomo Verlardi y al cordobés Andrés de Castillejo, es lo único que se conserva desde la fundación de la Hermandad, allá por mediados del siglo XVI. Se trata de una imagen de candelero, aunque se considera que en sus orígenes fue escultura de talla. Inicialmente recibía culto en el monasterio de santo Domingo de Silos (sobre el que posteriormente se edificó la iglesia de san Benito). Pocos años después, tras pasar por los templos de Santiago de la Espada (1.561-1.568) y el Hospital del Amor de Dios (1.569), se estableció en la Casa del Carmen Calzado de Sevilla, en la que se edificó una gran capilla que fue alabada por los cronistas que la conocieron y en la cual permaneció desde 1.575 hasta 1.810. Desgraciadamente, llegaron los franceses, que utilizaron la capilla como establo y caballeriza, destruyéndola por entero, incluido el retablo barroco que tallara Bernardo Simón de Pineda en 1.682. Menos mal que, de forma previsora, se habían escondido tanto la imagen de la Virgen como los objetos de plata y las joyas.
Capilla de Nuestra Señora de la Soledad.
Nuestra Señora de la Soledad. Siglo XVI.
Tanto la talla de la Virgen como su tesoro residieron un tiempo en casas particulares hasta pasar a la desaparecida iglesia de san Miguel (con un lamentable caso de apropiación indebida a cargo de un clérigo de por medio) que, en 1.868, cayó por la acción de la piqueta ordenada durante la revolución La Gloriosa. La Virgen de la Soledad volvió a emprender nuevo camino y se aposentó, esta vez ya definitivamente en la iglesia de san Lorenzo.

La actual capilla consta de una planta cuadrada, cubierta por una bóveda ochavada que descansa sobre trompas angulares, y un tramo menor con bóveda de cañón al fondo. El retablo es originario del siglo XVIII, con abundante rocalla, compuesto de un cuerpo y tres calles, con soportes en forma de estípites y rematado por un ático de perfiles curvos. Flanqueando el camarín se encuentran las tallas de san Pascual Bailón y san Benito.
Bóveda de la capilla, con la mano de un servidor tapando un foco molesto.
En 1.957, con motivo de la celebración del IV Centenario de la Hermandad, se efectuó una profunda remodelación, actuándose sobre el altar, con ampliación del camarín y redorado de todo el conjunto. Igualmente se colocó solería y zócalo de mármol, se instalaron nuevas puertas de carpintería y se decoró la bóveda con pinturas murales de Rafael Blas Rodríguez (1.957). En las paredes laterales se encuentran dos lienzos del siglo XVIII que representan La Adoración de los Magos y Los Desposorios de la Virgen, donados a la Hermandad en 1.950 por Joaquín Romero Murube. En los años ochenta del siglo pasado se colocan las lámparas de plata labradas por Manuel Seco Velasco con escenas de la Pasión de Cristo en cada eslabón.
Los desposorios de la Virgen. Muro izquierdo de la capilla.
La adoración de los Magos. Muro derecho de la capilla.
La reja que cierra este espacio es del siglo XIX y procede de la capilla de la iglesia de san Miguel.

Rodeamos esta capilla y encontramos, a nuestra derecha el altar de la Virgen de Belén, presidido por una pintura sobre mármol de Villegas Marmolejo, que se encuentra enterrado a los pies del mismo. El retablo, del siglo XVI, es muy sencillo y la escena representada corresponde a La Sagrada Familia con San Juanito.
Altar de la Virgen de Belén. La Sagrada Familia con Sanjuanito. Villegas Marmolejo, siglo  XVI.
Losa sepulcral de Villegas Marmolejo.
En ángulo recto con el altar, en la cabecera de la nave del Evangelio interior se nos muestra el retablillo de san Antonio de Padua.
Retablo de san Antonio de Padua.
A los pies de la nave central, adonde se abría la antigua puerta principal (calle Eslava), se encuentra el coro de la iglesia, compuesto por 23 asientos y un facistol, realizados por el maestro carpintero Juan Leonardo a partir de 1.713. Sobre él, en una tribuna, se sitúa un órgano del siglo XVIII, cuya caja es obra del maestro Juan Calero.
Órgano. Juan Calero, siglo XVIII.

Coro de la iglesia de san Lorenzo. Juan Leonardo, 1.713.
Terminó nuestra visita a la iglesia de san Lorenzo. Visto lo visto, se la puede considerar como un completo museo en el que se atesoran pinturas, esculturas, retablos, azulejería, mobiliario litúrgico y orfebrería de los mejores artistas que trabajaron en Sevilla desde el siglo XIV hasta nuestros días. Con las reformas previstas puede quedar como monumento imprescindible para visitar en Sevilla. Se podría aprovechar para señalizar convenientemente las magníficas obras de arte que alberga.


No hay impedimento para personas con movilidad reducida.

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