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jueves, 19 de abril de 2018

2.018. Año Murillo. Parte IV. Iglesia de Santa María la Blanca.


De padre sevillano, y madre malagueña, Justino de Neve fue bautizado en 1.625 en la parroquia de San Bartolomé. Ilustre personaje, tanto dentro de la iglesia como en la sociedad sevillanas, llegó a ser canónigo de la catedral, presidente de las capillas, impulsor de la reconstrucción de la iglesia de Santa María la Blanca, juez de Cruzada y diputado para las fiestas de la canonización de San Fernando. Fue, además, el promotor del restablecimiento de la Hermandad de las Doncellas, en la catedral, y de la Cátedra de San Pedro, en Santa María la Blanca.
Retrato de Don Justino de Neve.
Murillo, 1.665. London, National Gallery.

El canónigo era íntimo amigo y confesor de Murillo, cuando este ya era considerado el mejor pintor de la escuela sevillana de pintura. Recibió importantes encargos de don Justino: iglesia de Santa María la Blanca, Hospital de los Venerables y distintas estancias y capillas de la Catedral; además, adquirió una buena cantidad de obras para su colección personal.
Portada de la iglesia de Santa María de las Nieves (la Blanca).
La relación del pintor y el canónigo era, pues, mayor que la de un simple intercambio comercial, hasta el punto de que Murillo nombró al de Neve como su albacea testamentario, pintando un retrato de su amigo en 1.665, en el que figura la inscripción Obsequium desiderio pingebat (pintado con el deseo de regalarlo).
Vista general del templo.
A lo largo de los años, muchas de estas obras que relacionaban al genial Murillo con el piadoso Justino fueron desperdigándose por todo el mundo, unas veces por expolio (¡ay, Soult, quién te pillara!) y otras por ventas. La celebración del cuarto centenario del nacimiento del pintor nos permite contemplar reproducciones de estas obras que se perdieron, más las originales que se conservan, todas ellas en los lugares para los que fueron realizadas.
Bóveda de la nave central.
El recorrido por la iglesia de Santa María la Blanca se inicia con La Santa Cena, fechada en 1.650. Situada en la zona de la nave del evangelio más cercana a sus pies, se trata de la obra más antigua del artista pintada para esta iglesia, y en ella aún predomina el tenebrismo típico del Murillo de la primera época. Ante un oscuro fondo, casi negro, aparece el Mesías rodeado por sus discípulos. La luz procedente de las velas ilumina los rostros de los más cercanos a Jesús, en tanto que los rasgos del resto de los personajes se van difuminando. Como curiosidad, la imagen de San Juan podría ser un autorretrato del pintor.
La Santa Cena (original) e Inmaculada Concepción con seis figuras (copia), en el comienzo de la nave del evangelio.
Es un lienzo bastante temprano del artista, lo que podría explicar la poca consideración que tuvo esta obra, posiblemente por su iluminación; puede que, por esta causa, la Hermandad Sacramental (su propietaria) la intentase vender en 1.743 y 1.758, o que el mariscal Soult no se interesase por ella, siendo la única obra del templo que se libró del pillaje.
La Sagrada Cena. Murillo, 1.665.
En el testero de la nave del evangelio se sitúa una copia del original que posee el Louvre Inmaculada Concepción con seis figuras, realizada entre 1.662 y 1.665. Se aprecia que el prototipo murillesco de la Inmaculada está ya plenamente configurado, con túnica blanca y manto azul dotados de amplios pliegues y fondo dorado. A la derecha, dos angelotes sostienen una filacteria que reza: “In principio dilexit eam”, en tanto que al lado contrario aparecen seis figuras, que se cree representan a personajes reales. Algunos de ellos serían Domingo Velázquez Soriano, párroco de Santa María la Blanca que promovió la remodelación del templo, Salvador Rodríguez, su sucesor y, de espaldas, Manuel de Guzmán, marqués de Villamanrique, y su hijo Melchor de Guzmán, vecinos del templo (en lo que hoy es el Palacio de Altamira y el hotel Casas de la Judería).
Inmaculada con seis figuras (copia). Original en el Museo del Louvre.
El testero de la nave de la epístola está ocupado por una nueva copia, cuyo original ha ido a parar a la Colección Faringdon, en la localidad del mismo nombre del condado de Oxfordshire.
Se trata del Triunfo de la Eucaristía, alegoría en la que la Fe aparece como una mujer joven que, bajo la paloma del Espíritu Santo, porta el cáliz con la Sagrada Forma, la Biblia y las llaves de la iglesia, ante los que se postran un grupo de fieles. A la izquierda, un ángel muestra el mensaje “In finem dilexit eos. Ioannes Cap. XIII”. Estamos ante otra de las grandes temáticas religiosas de la época, la Adoración del Santísimo Sacramento, muy extendida por la proliferación de Hermandades Sacramentales creadas a este fin durante el siglo XVII.
Triunfo de la Eucaristía. Copia del original en la Colección Faringdon.
Si ahora nos situamos bajo la cúpula semiesférica de la nave central y miramos a los lados de la misma veremos que, ocupando los lunetos que iluminan el templo, están colocadas dos obras que narran el milagro que tuvo lugar un cinco de agosto (atención a la fecha) de mediados del siglo IV, que dio lugar a la fundación de la Basílica Papal de Santa María la Mayor de Roma.
El sueño del patricio Juan y su esposa. Copia del original del Museo del Prado.
El luneto del lado de la epístola muestra El sueño del patricio Juan y su esposa. La Virgen con el Niño se aparece a los esposos mientras duermen, comunicándoles su deseo de que le dedicasen un templo en la cima del monte Esquilino (una de las siete colinas de Roma), en cuya cima encontrarían la planta del templo trazada con nieve (en el mes de agosto, que tiene mérito).
Aquí vemos el original, tal como se expone en el Museo del Prado.
La segunda parte del milagro, denominado El patricio Juan revela su sueño ante el papa Liberio, nos presenta un lienzo dividido en dos escenas distintas. A la izquierda, el patricio y su esposa narran al pontífice (retratado con las facciones de Alejandro VII, reinante en la época) su sueño, encontrándose con la circunstancia de que este ha tenido la misma revelación. En el lado derecho se observa una nutrida procesión presidida por el papa, que asciende por el nevado monte Esquilino mientras la Virgen los observa desde el cielo.
El patricio Juan revela su sueño ante el papa Liberio.
Copia del original del Museo del Prado.
De nuevo el original, tal como se expone en el Museo del Prado.
De estas cinco obras, la Sagrada Cena permanece en la iglesia, en tanto que las otras cuatro fueron robadas por Soult y llevadas a Francia. A la muerte del mariscal, sus herederos las vendieron, quedando una de ellas en Inglaterra (Triunfo de la Eucaristía, Colección Faringdon), otra en el Louvre (Inmaculada con seis figuras), en tanto que las dos restantes, que ilustran el milagro de la fundación de Santa María Maggiore, fueron devueltas a España en 1.816, aunque se quedaron en el Museo del Prado; un expolio dentro de otro expolio, al igual que sucedió con la Inmaculada de los Venerables.
Bóveda central, con las pinturas de Murillo a los lados.
Termina aquí el recorrido por las obras de Murillo que aloja este templo. El momento es adecuado por aquello de la celebración del cuarto centenario del nacimiento del pintor, pero no tengamos prisa; las magníficas copias se quedarán en la iglesia en la que, por cierto, se ha finalizado la restauración integral. Así que, después de este año 2.018, podremos seguir disfrutando de este gran activo patrimonial de nuestra ciudad que es la iglesia de Santa María la Blanca.

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